Hoy familiares, amigos y aficionados darán el último adiós a Luis Salom en la Catedral de Palma.
Se acabó la actividad en pista, se terminó el Gran Premio, se apagaron las luces del circuito y con él se apago también la luz de la sonrisa de una de las estrellas de MotoGP. El viernes asistimos a la amarga despedida de un piloto luchador y con un prometedor futuro, lo que parecía una caída más, se transformó enseguida en algo más serio.
Los comisarios enseñaron las banderas rojas e hicieron acto de presencia los servicios médicos y el helicóptero que nos hizo un nudo en la garganta, alrededor de Luis, se formaba un ejército de sanitarios que lo auparon hasta la ambulancia. Después, la nada, el silencio se hizo eco en el circuito y las caras de los miembros del equipo y del resto del padock presentaban miradas de tiempos pasados, tiempos amargos.
La falta de noticias desde el hospital acrecentaban la preocupación hasta que pasadas las cinco de la tarde, Ernest Riveras anunció las palabras que jamás hubiera querido decir, se confirmó la fatalidad, ya todo carecía de sentido. Un valiente y luchador chaval de 24 años perdía la vida tras una carrera pletórica y con un futuro brillante.
Luis Salom debería ser ejemplo de todos los chavales que a muy temprana edad tienen la ilusión de formar parte de cualquier parrilla en la competición de motociclismo, no sólo en eso, si no en cualquier aspecto de la vida.
Deberían fijarse en el amor y la ilusión que Luis mostraba hacia lo que más le gustaba, que era subirse a su moto y disfrutar tras su manillar. No fue un camino de rosas para él, pues tuvo que luchar y mucho para llegar hasta donde llegó y continuaba luchando para subir ese último escalón que le situara donde merecía, en la categoría reina con una montura competitiva y él haría el resto, su talento hablaría por él.
Su cercanía era tan grande como su talento, la sonrisa que siempre mostraba delataba la alegría que tenía de formar parte del campeonato.
Montmeló fue testigo de su crecimiento, sus victorias y con tristeza también testigo de ver como se alejaba de la vida de manera tan temprana, el circuito se siente mayor desde que su sombra abandonó su puerta.
En la memoria de todos los aficionados nos quedará las increíbles luchas del piloto balear, sus victorias y de cómo luchó hasta la última carrera para intentar ganar el Mundial de Moto3, solo una caída pudo apearle de esa lucha mantenida con dos de los grandes, Viñales y Rins que estuvieron contra las cuerdas.
Ejemplo de lucha por lo que más le gustaba, pero siempre con una sonrisa puesta para quien se acercaba a hablar con él, piloto muy cercano y de gran corazón, su ausencia dejará un hueco difícil de llenar.
Siempre mantuvo intacta su motivación y su sonrisa, aún cuando las cosas no marchaban por buen camino las afrontaba siendo positivo. Así lo mostraba el día que empezó los primeros entrenamientos en una camiseta en la que se podía leer un mensaje de Nelson Mandela. «Un ganador es un soñador que nunca se rinde.» El sueño terminó demasiado pronto para él, pero siempre le recordaremos como un ganador que nunca se rindió.
Desde el viernes una estrella brillará con mucha fuerza notaremos su luz y desde cualquier circuito del Mundial habrá algún aficionado que al levantar la mirada hacia el cielo verá tu sonrisa en él.
Descansa en paz mexicano.