Las continuas declaraciones parecen afirmar que en 2017 volverán algunos de los encantos que más se han echado de menos en la Fórmula 1
Actual situación del mundial de pilotos de Fórmula 1: dos Mercedes, dos Ferrari, dos Red Bull, Williams y Force India. Tan sólo los resultados arrojan una conclusión clara: Este no es un mundial de pilotos, sino un mundial de marcas.
Lejos de lo que cabría esperar, la máxima categoría del motor se reduce a una lucha entre hombres del mismo equipo, al menos en las primeras posiciones, en las que las otras escuderías parecen estar siempre en otra liga. La superioridad del motor Mercedes o la gran diferencia de ingresos entre escuderías, provocan que, carrera tras carrera, los pilotos tengan menos oportunidad de destacar. ¿Qué posibilidades tiene un Force India, un Red Bull, o incluso un Ferrari, de ganar una carrera? O ambos pilotos de Mercedes fallan, o no hay ninguna opción. Es triste, pero antes de empezar, el resultado de cada carrera está prácticamente escrito. Las batallas se reducen a quién tiene mejor coche, dejando de lado la astucia o el talento de los pilotos, que casi no tienen oportunidad de mostrarlo.
Desde luego, esto es un premio para todos y cada uno de los ingenieros capaces de conseguir unas diferencias tan abismales. Se merecen un reconocimiento que consiguen tras cada carrera. Pero esta superioridad se traduce en unas pocas palabras: falta de emoción.
En medio de un mar de fans descontentos, de caídas de audiencias, o de pilotos cada vez más frustrados, el 2017 se muestra como una oportunidad de devolver eso que tanto necesita este deporte: competitividad. El cambio de normativa ha creado grandes esperanzas y expectativas, alimentadas con las constantes declaraciones de aquellos que parecen haberlas estudiado a fondo.
“Creo que será un buen paso, porque los pilotos se divertirán más conduciendo. Si los pilotos se divierten más, los fans se divertirán también” declaraba recientemente Boullier para Motorsport.com.
La velocidad, las batallas o la belleza de los monoplazas son algunas de las promesas para el año que viene.
“Las reglas de la próxima temporada han supuesto un esfuerzo para tratar de que los coches sean increíblemente rápidos a la vez que bonitos. Las proporciones de los coches del próximo año son muy atrayentes. Para los que tenemos la suerte de haberlos visto ya (los monoplazas de 2017), se ven muy bonitos” afirmaba James Allison el pasado miércoles.
Y es que parece que todos los esfuerzos se han volcado en cambiar errores pasados (que han sido muchos), para recuperar eso que tantos fans echan en falta. Las numerosas declaraciones o la propia normativa han conseguido animar a todos esos seguidores desencantados de los últimos cambios en este deporte.
Sin embargo, si algo aprendimos de McLaren-Honda el año pasado, es que no hay que vender la piel del lobo antes de cazarlo. Las desilusiones provocadas por los últimos cambios han sido más que inaceptables, y no veo cómo un nuevo fallo se podría subsanar. Cuanto más se acerca la próxima temporada, más crece la ilusión de poder ver nuevas batallas, más igualdad y velocidad, más ruido… ¿Qué pasará entonces si esto no ocurre?
Los últimos años de la máxima categoría han dejado tras de ellos una superioridad indiscutible del primero sobre el resto, que se tradujo en una caída en picado en las audiencias. El 2017 se presenta como el fin a estas caídas, a estas superioridades, como una luz al final del túnel. Parece la oportunidad ideal para la Fórmula 1 de recuperar muchos de los encantos que el tiempo (y las normativas) le han quitado. ¿Podrán las nuevas reglas poner fin a tantos fallos?