Pasó otro fin de semana en la Fórmula 1 y aunque el domingo dejó poca acción, el sábado tuvo sus momentos. El punto negativo es peculiarmente dos sectores consecutivos del circuito de Spa-Francorchamps: Eau Rouge y Raidillon.
Ya desde la previa y por categorías anteriores, estas curvas estuvieron en el ojo de la tormenta para el deporte motor. La F1 y la W Series llegaron a Bélgica con la mira puesta en ambos lugares, y la sensación no falló.
Ya el viernes en la categoría femenina un peligrosísimo accidente hizo encender las alarmas. Sarah Moore y Abbie Eaton impactaron con un muro a la salida de Eau Rouge y rebotó volviendo a pista, golpeando con fuerza a Ayla Agren, Beitske Visser, Belén García y Fabienne Wohlwend que venían detrás.
Como complemento, el sábado en clasificación el duro golpe de Lando Norris también preocupó en el paddock. El británico tuvo un accidente al perder su auto y hasta tuvo que ser llevado a revisar a un centro médico.
Es un dato no menor que desde 1978, 56 de los 74 accidentes en el circuito fue en esas curvas. De hecho, de los últimos choques fatales en Bélgica desde 1978 hasta hoy, 9 de los últimos 15 fueron en Eau Rouge o Raidillon.
Es aquí donde se abre la brecha, no solo en la F1, sino en el automovilismo general, sobre qué hacer. Si bien es cierto que todo piloto que pisa Spa-Francorchamps está preparado y debería saber hasta dónde llevar el límite del vehículo, es menester pensar si vale la pena arriesgar la vida en una curva muy peligrosa.
Las opiniones populares son claras, nadie quiere perder dos de las curvas más icónicas de la historia. Algunos plantean el hecho de sacar asfalto para que los autos no reboten y vuelvan a pista. Otros, plantean que los pilotos deberían saber los límites de sus autos.
La realidad es que la FIA en su conjunto está muy pendiente de cómo avanza este sector. La muerte de Anthoine Hubert en una categoría tan segura como la F2 moderna, asustó a todos. El Gran Circo es uno de los que más impacta en sus decisiones y opiniones en torno a la FIA.
Puede sonar anti-popular y quizás hasta apático, pero es momento de repensar Eau Rouge y Raidillon. No, no se habla de eliminarla, pero sí de hacerla más segura, ya sea extendiendo la zona de contención o buscando alternativas, y si otra solución no se encuentra para asegurar el bienestar de los protagonistas, ahí sí, rediseñarlas en el plano general.
El GP de Bélgica es icónico, uno de los más esperados del campeonato y divertidos, pero algo debe cambiar. Tanto en la F1 como en el deporte motor, no podemos estar en vilo a la vida de los seres humanos sobre autos que transitan a 300 kilómetros por hora.
Es hora de centrar la pasionalidad del espectáculo en la carrera, y no en la peligrosidad de la actividad, que nunca dejará de serlo, pero que por el bien del automovilismo, nunca deberá ser el eje del show.