El confinamiento se ha convertido en un momento idóneo para la reflexión. Al fin y al cabo, solemos ir por la vida a velocidades ilegales por autovía. Esta dinámica se acentúa en la Fórmula 1, categoría en la que la juventud y el talento están siendo severamente premiados.
Uno de los principales favorecidos de este algoritmo es el monegasco Charles Leclerc. Es la persona asignada para que Ferrari recupere la gloria perdida durante las hegemonías de Red Bull y Mercedes. Sin embargo, se ha encontrado con un equipo acostumbrado a ver a Sebastian Vettel como jefe de filas, independientemente de su bajada de rendimiento durante las últimas temporadas.
A pesar de ello, ha finalizado cuarto en la Clasificación con 264 puntos, superando al tetracampeón del mundo. Ha contado con un monoplaza que ha podido lograr mejores resultados. Pero la mala suerte en citas como la de Bahréin en la que logró su primera pole y estrategias paupérrimas hacia su persona como en Singapur o en la clasificación del Gran Premio de Mónaco le han quitado puntos que han valido su peso en oro.
A pesar de que la falta de eficacia colectiva en momentos puntuales, Charles no pierde su carácter autocrítico. Es consciente de que la juventud denota errores cuando se aprende a canalizar toda la energía que otorga el talento. Lo más sorprendente, es que señala a su compañero como una de las principales fuentes de aprendizaje para estar a la altura de un equipo de leyenda como es Ferrari.
«He aprendido a tener paciencia. Creo que me costaba mantener la paciencia en el pasado. Con Ferrari he aprendido a tenerla. Debes aprender de los mejores como Seb y del equipo. Todo requiere de un tiempo y hay que ser menos impaciente.
Se siente muy bien ser piloto de Ferrari. Aunque haya pasado un año, siempre que me pongo el mono rojo es un momento muy especial. No cambiaría nada. He cometido algunos errores pero he aprendido de ellos y me han hecho la persona que soy ahora».
También ha recordado sus primeras tardes de gloria. Después de haber logrado su primera victoria en un malogrado Gran Premio de Bélgica, Maranello estalló de júbilo al haber vencido en el templo de la velocidad. Para colmo, lo hizo luchando cuerpo a cuerpo contra unas flechas de plata que llegaron a ofrecer mejor ritmo de carrera que Ferrari durante gran parte de la prueba.
Además, la victoria fue acompañada por sendos gestos de humildad y simpatía en lo más alto del podio. En ese momento, acababa de nacer un nuevo amor entre la marca italiana y otro piloto de leyenda. Es cierto que la presión que conlleva esa relación es gordo, pero el monegasco es tremendamente resiliente, por lo que no ha dudado en reconocer que logró tal triunfo aquel día.
«El año pasado en Monza fue muy tenso. Valtteri y Lewis estaban detrás de mí. Había mucha presión porque había que ganar con Ferrari y teníamos a todo el país detrás nuestro. Al final lo conseguimos, pero había mucha presión»