Toda trama sigue un esquema cíclico, es decir, tiene su origen, esplendor y un ocaso que abre otro horizonte. Benetton F1 no iba a ser la excepción que rompiera la regla. Para colmo, Michael Schumacher había anunciado su marcha al equipo Ferrari, llevándose a parte de su equipo encabezado por el ingeniero Ross Brawn.
El sustituto del alemán sería el francés Jean Alesi y le acompañaría el austriaco Gehard Berger. Parecía que ambos podrían aprovechar la inercia de años anteriores puesto que Michael necesitaría años para ser campeón del mundo.
Nada más lejos de la realidad, Williams recuperó el trono perdido. Damon Hill logró su ansiado título en 1996 y un joven Jacques Villeneuve hizo lo propio en 1997. Además, se avecinaban tiempos de crisis para la estructura. Ferrari y McLaren habían dado el salto de calidad necesario para jugarse los últimos títulos del siglo XX.
Pero la peor de las noticias fue la marcha de Flavio Briatore de la escudería a mediados de 1997. El empresario trasalpino encontró nuevos horizontes. Para empezar, quería seguir desarrollando su labor como cazatalentos, entre los que destacaba el australiano Mark Webber. Además, comenzó a ejercer como máximo dirigente en la firma francesa Mecachrome que impulsaba motores Renault escasos de potencia a equipos como Arrows, Williams o la propia Benetton.
Retornó a la propia marca en 1999 tras haber visto como acumuló pérdidas a consecuencia de su reestructuración en el staff. Repescó a un joven compatriota Giancarlo Fisichella que empezó a lograr sus primeros podios.
La idea no era retomar Benetton, si no formar parte del cambio de era que se avecinaba en la Fórmula 1. Los motores comenzaban a adquirir más pesos. Habiendo sido testigos del éxito de Mercedes como constructor de McLaren, empresas como BMW, Jaguar o Toyota pensaban unirse al «Gran Circo». Sabía que la oportunidad estaba adquiriendo más poder en Renault y que la propia marca francesa salvara a la escudería británica a finales del año 2000.
Una vez salvado el equipo, tocaba dar paso a una nueva era. Para ello, se dejó intuir por su ojo clínico. Lo puso en un joven asturiano llamado Fernando Alonso que derrochaba calidad por los cuatro costados. También contó con un joven Jenson Button que había dado muestras de su talento en Williams durante la temporada 2000. Sin duda, el duelo estaba servido. Había muchos gallos para un mismo corral. Sin embargo, esta es otra historia que merece ser contada en futuros reportajes.